Jonatan Penón Franch, ganador del concurso literario Sierra del Rincón

por | Abr 30, 2025 | Evento

El Avance Incierto

Hoy Isidra sacrificó una de las vacas. La más grande de ellas. Dijo que para nosotros o para nadie, y menos para unos apestosos franceses. No seré yo el que ponga pegas a comerse un chuletón fresco.

Al ritmo que van, llegarán mañana, y quien sabe lo que harán. He pasado las últimas mañanas asomado al cerro de la peña de la Cabra viendo su avance mientras el ganado pastaba. Cuando pasaron por las tierras de Gonzalo de Ayllón, un disparo rezumbó por toda la sierra seguido del más sepulcral de los silencios. Ni siquiera el perro ladró tras su sonido. Porque sé que es un animal, sino, pensaría que la mirada que me puso era consciente de lo que acababa de ocurrir. No hablé con Isidra de ello, pero a buen seguro que también pudo escucharlo.

Me ha pedido que nos vayamos, que rodeemos a las tropas por la parte occidental del Lozoya y les dejemos vía libre para seguir su ruta. Me niego rotundamente. Ella ve a las tropas napoleónicas como un peligroso invasor y le ha calado el discurso beligerante de defender las tierras con honor. ¿Qué honor? Si hasta el propio rey ha huido a las primeras de cambio. Quizás sea mejor permitirles pasar y que instauren su régimen a tenor de lo cobarde que ha resultado el nuestro. No voy a defender las tierras con mi vida, para que si lo logro, ese desertor vuelva erigiéndose responsable de la victoria a recuperar su trono.

¿Se puede cambiar de bando en mitad de la guerra? Cuando llegaron, despreciaba a los afrancesados. Ahora, traicionados por nuestro propio rey, creo que soy uno más de ellos. Isidra me mira con recelo cuando le digo que les preparemos comida para cuando pasen por aquí. Se lo he intentado vender como una forma de comprar su clemencia, pero ella tiene el odio demasiado interiorizado. No la culpo, se han oído historias terribles de lo que han hecho en otros lugares.

He mandado a Isidra a la cama con una infusión de pasiflora. Otra cosa no, pero ésta tierra es rica en somníferos. Estaba realmente nerviosa de cara a lo que se avecinaba. Me dijo que su sabor no era el de siempre, pero le obligué a beber hasta la última gota. Le he añadido valeriana y raíz de regaliz. Con la cantidad que le he echado, no debería despertarse hasta después del mediodía. Ya ha sufrido mucho en ésta vida. Lo que tenga que pasar, merece que le coja mecida en un apacible sueño. Es la mujer más fuerte que conozco. Cualquier otra, habiendo tenido que enterrar a sus tres hijos, habría muerto de pena o enloquecido hace años.

El canto del gallo me despierta. Veo los primeros rayos de sol colarse por el umbral de la puerta. Me quedo pensativo en la cama, con la mirada fija en el techo. Me pierdo en las vetas de una de las vigas que inclinan la cubierta. Mi abuelo construyó ésta casa. Nací en ésta habitación cuando era la estancia donde dormían mis padres. No he estado en la capital, no he visto el mar. Isidra no puede entender por qué quiero que nos quedemos.

El perro comienza a ladrar envalentonado alertando de la llegada de desconocidos.

Jonatan Penón Franch